Tocaba furgoneta otra vez. Nuestro destino, Murcia, duró unas 6 horas en ser alcanzado y apenas pudimos descansar un rato en el hotel antes de dirigirnos al auditorio donde nos esperaba el público murciano, tan acogedor como siempre. Son varias las veces que hemos estado este año en Murcia y alrededores, lo cual nos hace sentirnos muy queridos por allí. Parece ser que inauguramos un nuevo espacio para la música (y no se que más) en esta localidad.

De igual modo parece ser señores arquitectos, y lo digo con muchos conciertos a mis espaldas, que al diseñar ustedes estos espacios, que otros construyen, destinados a la música y espero que a muchos otros buenos fines, suelen tener muy poco en cuenta las condiciones acústicas requeridas para eventos de dicha índole. Les animo con fervor a que en el futuro sopesen esta paradoja.

Releyendo este último parrafo junto a Carlos, me apuntaba otro detalle si cabe tan importante o más que el anterior; pongán ustedes enchufes sin recato por to el escenario, y es que los profesionales del sector estan profundamente afligidos por su falta de comprensión. Y cabreados son sumamente peligrosos.

Acostumbrados a lidiar más de la cuenta con estos toros, salimos como siempre… a liá er taco. Nos hubiera encantado tener a ese público tan calentito un poco más cerca, lo cual impedía una valla a unos 5 o 6 metros, si no más, del escenario. Esto provocó que Javi, y más tarde Marina, en un alarde de intrepidez se posara majestuoso sobre uno de los Sub-graves para acercarse más al respetable en uno de sus momentos de gloria (y de éxtasis de la banda), Calé barí. Tras comprobar su escasa estabilidad, se bajó pitando.

Rematamos con Pulioretano y Caracasette, como mandan los cánones. Estubo movidito el camerino y sus alrededores, caras conocidas y muchas felicitaciones por el concierto. Me consta que algunas fotillos recogimos por ahí. Seguro que volveremos pronto… y con mucho gusto.

El Grumete, 7 de septiembre de 2007.

Foto, Carlosroad.